Por: Eztli Yohualli

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En un país conocido por la mutilación de lo indígena y la adoración de lo extranjero, el eslam de poesía podría convertirse en el conejo blanco que nos guíe en el camino para amar las diferencias y erradicar las distancias que aún nos atraviesan.

El pasado 11 de marzo, disfruté la tercera edición de Slammers México que, además de situar en el escenario del Foro Hilvana a las voces que han alimentado a la hidra poética mexicana, en esta ocasión, incentivaron el diálogo intercultural, al invitar a Rachel Nwokoro, campeona del Poetry Slam de Reino Unido.

En el Slammers México III escuché los versos y divagaciones de Miauricio Jiménez, Sandrah Mendoza, Miguel Santos, Javier Raya, Joana Medellín, BossKabrón y Pussy Ramírez en representación de Dan Wonka.

Además, Rachel Nwokoro fue la invitada especial y hubo una presentación extra de Cynthia Franco, Karloz Atl, Comikk MG y Edmeé DiosaLoca.

En el escenario, iluminados por la característica luz azul del Foro Hilvana, todos rompieron con la forma «institucionalizada» del eslam de poesía, en el que la competencia y el juego son primordiales ―aunque nos queda claro que la poesía no compite ni debe ser juzgada en términos de egolatría e intereses económicos ¿o sí?―, pues ninguno de los participantes estuvo limitado por los tres minutos máximos para compartir sus creaciones poéticas.

Durante la tercera edición de Slammers México III, los versos fueron diversos y sacaron a colación temas como la migración, la condición femenina, la desfragmentación de la masculinidad impuesta, el erotismo, el racismo, reflexiones respecto al eslam de poesía y experimentos con los refranes poéticos, que se han convertido en una característica de estos eventos, pues combinan la lírica tradicional mexicana con la poesía en voz alta eslamera.

Como bien podemos notarlo al abrir cualquier periódico, al ver noticias en televisión o ser partícipes de las redes sociales, la misoginia y la xenofobia son los estandartes del siglo XXI, por eso apuesto por la apertura de diálogos interculturales, que podrían llevarnos a la reflexión de propuestas que permitan erradicar el problema migratorio y el horror de los feminicidios.

Con esta nueva etapa del eslam de poesía en México, se tiene la posibilidad de retomar y retroalimentar el diálogo intercultural e interracial, pero también se corre el peligro de que su institucionalización dé voz y voto sólo a quienes consideren maestros del eslam, y no como se planteó en los inicios de esta expresión poética: dar un espacio, en el escenario, a quien tenga algo que decir.

Sin duda, el eslam mexicano aún tiene mucho que reflexionar, pues si sus «representantes» aún son incapaces de aceptar que en el eslam feminista sólo se brinda espacio a las mujeres, para generar un espacio libre de agresiones que sí son visibles en los eventos de diversas ligas eslameras, tal vez aún no estén listos para lo intercultural. No obstante, ya se abrió la posibilidad a este diálogo, por lo que es indispensable reinterpretar las formas en las que el eslam se ha desarrollado en un contexto en el que el mestizaje y la condición femenina aún penden del prejuicio y la egolatría.

«Abum nwaany/ Soy una mujer/ Soy una mujer negra/ Soy una mujer negra y lesbiana/ Segunda generación de inmigrantes/ con un bajo ingreso y problemas persistentes de salud mental/ que ha sido violada más de una vez…», Rachel Nwokoro.

«Eslam de poesía metralla, punks y rock and roll. Escarnio y rabia, desahogo. Girar ante una sociedad avasallante, incapaz de aceptar ser uno más. Reniego; giro inexorable. Utilizar la palabra, mi voz, sin chiste, tres minutos para generar el caos», Dan Wonka.

«Desperté del sueño teto/ de cambiar a la gente/ con el puño apretado/ y una mancha en los boxers.// A golpes de mundo culero/ dejé de contar/ los golpes de voz en mis versos.// Malabareando la palabra/ malbarato la poesía», Miauricio Jiménez.

«Somos los bárbaros/ Los hembras macho/ Las machos hembra/ que corrompen la lengua// A destajo Hablamos otro idioma/ Lleno de resonancias indigestas/ Como un ramo de rosas/ ahíto de viole(n)tas curvas/ Sinuosos precipicios», Miguel Santos.

«Por eso hoy, Stoya, o actriz del colchón, sea cual sea tu nombre o tu anónimo pseudónimo,/ te agradecemos fervorosamente por acompañar nuestras soledades/ rabiosas de pubertos, incluso por alimentar el complejo de pitochico/ que crece grande y nervudo en todo macho bigotón», Javier Raya.

«Tengo una flor con tendencias suicidas/ que brilla después de las once a eme/ que baila pop de los ochentas/ canta como nunca cuando está feliz/ le gusta la cátsup/ todas esas cosas que dañan/ los sistemas giratorios», Sandrah Mendoza.