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Orgía deportiva.

ÉL ha marcado al futbol gracias al destino que lo puso en donde debía ponerlo.

Más que una fecha, el sábado 16 de octubre de 2004 (justo cuando se cumplían 150 años del nacimiento de Oscar Wilde) debería ser considerado como un suceso que marcó un antes y un después en el futbol. Ese día en el estadio de Montjuic, ÉL debutó en un partido oficial con el Barcelona. Ahí inició una leyenda que, con la playera blaugrana ha ganado, hasta el día de hoy, 33 títulos y ha anotado más de 500 goles. Pero las estadísticas no son más que números y éstos no sirven para entenderlo, por más que se quiera hacer, su calidad no se cuantifica se cualifica.

Ese día… ¿Cómo llegó ÉL a ese día? Fácil, siendo un héroe. Pare describirlo me remito a  una entrevista que Roberto Gómez Bolaños concedió a un programa de televisión argentino, en la que manifestó que «el heroísmo no consiste en carecer de miedo sino en superarlo». Así fue como ÉL pudo debutar como futbolista profesional: le hizo frente a su problema de crecimiento, estuvo «consiente de esas deficiencias» y, aun así, se enfrentó a la situación. Porque confiaba en su calidad y estaba consciente de que hacía lo que más le gustaba. El destino se encargó de ponerlo en donde tenía que ponerlo, porque este genio incomprendido en su tierra (River Plate lo rechazó por su baja estatura) encontró en Europa el mejor lugar posible: nació en Rosario pero Barcelona es su lugar en el mundo.

Sí, en la ciudad Condal ÉL se encargó de explotar el don que dios, la vida o la madre naturaleza le dio. Entre aires independentistas encontró una forma de entender el futbol que es única en el mundo: el juego de pases y posesión. Ese que patentó el club catalán gracias a la filosofía de Johan Cruyff, quien en 1988 empezó a dirigir al primer equipo blaugrana. En esos momentos ÉL solo tenía un año de vida y pareciera que a miles de kilómetros ya poseía ese ADN culé que estaba en formación con el holandés como guía.

Solo el universo y su caprichosa perfección sabe porqué lo llevó a ÉL al Barcelona, un Barcelona que lo necesitaba. Sí, el juego de pases y posesiones largas, comparado con un vals cadencioso y armónicamente perfecto, requería de un jugador capaz de cambiar ese ritmo y hacer sonar ritmos distintos que no hicieran previsible y controlable el vals catalán engendrado en La Masía. ÉL es capaz de eso: lanza versos desafiantes propios del hip hop con un túnel, evoca la elegancia del tango cuando usa el pecho para bajar el balón, remite a rifs potentes propios del heavy metal con sus arranques explosivos, hace sonar reggae cuando quiebra cinturas y rememora la sutileza del soul con sus goles de vaselina.

Indudablemente estamos ante un artista del futbol que hoy cumple 14 años como profesional. Tiempos de altas y bajas, de gozar y sufrir. Para muchos su grandeza se opaca porque no ha ganado un Mundial, se olvidan de que practica un deporte que juegan 11. Y sí, parece que ese mismo destino caprichoso que lo puso en Barcelona no le permitirá levantar la Copa del Mundo; Platini y Cruyff tampoco lo hicieron y eso no le resta mérito alguno a su trayectoria dentro del futbol. A final de cuentas esta nimia circunstancia no ensombrece ni un ápice lo que ÉL ha hecho por este deporte, no necesita ese trofeo para poder decir que marcó una época y que ya se apropió de él.

 

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